quarta-feira, 10 de junho de 2009

La muerte del dictador de Gabón destapa la financiación ilegal de los partidos


Acaba de morir un sujeto políticamente despreciable: Omar (née Alberto) Bongo. El dictador más antiguo de África. El mejor y más antiguo aliado de Marruecos en el continente. Uno de los más corruptos. Uno de los más inmorales. Su muerte ha destapado corrupción de la política exterior francesa. Ya antes se denunció cómo Marruecos hacía lo mismo que Bongo. Y los datos nos llevan a preguntarnos ¿está corrompiendo el majzén la partidos o políticos españoles?

Omar (nacido Albert antes de hacerse musulmán) Bongo era el dictador más antiguo de África: 41 años de tiranía, crímenes y corrupción en Gabón. Ha muerto el 8 de junio en Barcelona. Fue internado en España para su tratamiento terminal, porque en Francia, a pesar de sus conexiones, tenía abiertos casos por corrupción.
Gabón es un importante productor de petróleo en el centro de África. Es uno de los países en los que se ha vertebrado la "Françafrique": un conglomerado de corrupción, fraudes y crímenes que ha impregnado la política exterior de Francia en el continente africano.

La muerte de Bongo ha traído una sorpresa: y es que aparezcan nuevos testimonios de la corrupción franco-africana.

PRIMER TESTIMONIO.
Giscard d'Estaing ha denunciado que Bongo financió (ilegalmente, faltaría más) la campaña electoral de Chirac de 1981.
Reproduzco fragmentos de un despacho de la agencia AFP:

El ex presidente francés Valéry Giscard d'Estaing (1974-1981) rompió este martes el silencio que rodea el tema de los financiamientos ocultos, al afirmar que el presidente gabonés financió en 1981 la campaña presidencial de Jacques Chirac, quien se presentaba contra él en la primera vuelta. Giscard, gran crítico de Chirac, dijo que llamó a Bongo y le dijo: "Usted apoya actualmente la campaña de mi rival", a lo que Bongo, tras un un corto silencio, le respondió, "¡Ah, usted lo sabe!". El ex mandatario dijo que "a partir de ese momento rompí relaciones personales con él".
(...)
La oficina del ex presidente Chirac no reaccionó a una pregunta sobre las declaraciones de Giscard d'Estaing.
El especialista Comi Toulabor dijo que las acusaciones de Valéry Giscard d'Estaing contra Chirac no son "sorprendentes". "Es algo que se sabe desde hace mucho tiempo, pero es difícil de probar", añadió.
Según el experto, Bongo dijo con frecuencia que si quería destruir a la clase política francesa, lo podía hacer, y "hasta su muerte, e incluso después, no se ha escuchado a un solo político francés criticarlo".
El ex ministro del Interior Charles Pasqua, también figura de la llamada 'Franciáfrica' y quien fue absuelto en el caso Elf de financiamientos ocultos que tenía ramificaciones que llegaban a Gabón, dijo que los financiamientos son "fantasmas" y que Bongo "tenía amigos en la izquierda y la derecha", a "nivel de presidentes de la República".
En general, los hombres políticos franceses cubrieron de elogios al difunto líder gabonés, salvo algunas excepciones.
La recién elegida diputada ecologista por Europa-Ecología Eva Joly, ex juez del caso Elf y aborrecida por Bongo, denunció el mal gobierno gabonés y aseguró que el fallecido presidente "estuvo al servicio de los intereses de Francia y de los hombres políticos franceses".

SEGUNDO TESTIMONIO
André Vallini, diputado del Partido Socialista francés en declaraciones a Le Monde y AFP abunda en la misma idea:

Todos sabemos con precisión que Omar Bongo ha financiado numerosas campañas electorales a la derecha, pero también a la izquierda, a veces, quizás.

BONGO, GRAN ALIADO DEL MAJZÉN
La muerte de este tirano ha suscitado un panegírico en el que el Majzén se retrata a sí mismo y aun creo que se queda corto en el diario oficioso del rey:

África acaba de perder a uno de sus grandes sabios en la persona del presidente Omar Bongo
(...)
Un líder africano, estimado y reconocido en el plano continental, un militante comprometido por la unidad de los pueblos, la cohesión de las naciones y la prosperidad de sus pueblos.
(...)
Evidentemente, no es sin amargura, que vemos que se le quiere quebrantar, cuando su cadáver aún no ha sido inhumado, con una salva de acusaciones lanzada por la prensa francesa, pronta a recurrir a innumerables asuntos de dinero y otros.
Por contra, es útil recordar el apoyo que el presidente Omar Bongo no ha cesado de aportar a Marruecos en el marco del asunto del Sahara
(...)
El modelo de democracia que ha instaurado, peculiar de Gabón, aunque deje que desear a los ojos de los occidentales,
es conforme a las exigencias del país y a las expectativas del pueblo gabonés
(....)

EL MAJZÉN SIGUE EL MISMO MODELO DE BONGO
El sistema de corrupción seguido por Omar Bongo es similar al que utiliza el majzén para corromper a los políticos franceses. Ali Lmrabet declaraba en las columnas del diario argelino El Watan, el 11 de noviembre de 2004 que:

Jacques Chirac no consigue expulsar del territorio francés a Driss Basri (ex-ministro del interior marroquí con Hassán II) que, sin embargo, no posee ni pasaporte ni tarjeta de residencia. Y ello es así porque Basri es depositario de los secretos sobre la financiación de los partidos franceses. La monarquía marroquí financiaba de hecho la democracia francesa.

INTERROGANTES TERRIBLES SOBRE LA POLÍTICA ESPAÑOLA
Acabamos de ver que:
1. El finado Omar Bongo corrompía a los políticos franceses.
2. Los políticos franceses apoyaban el régimen de Bongo
3. Bongo era fiel aliado y amigo del majzén marroquí

Hemos visto, igualmente que:
1. El Majzén corrompía a los políticos franceses
2. Los políticos franceses apoyan el régimen del majzén

Esto nos plantea las siguientes cuestiones:
- dado que numerosos políticos españoles (el presidente Rodríguez y Moratinos en el PSOE; Arístegui en el PP; Jordi Pujol en CIU; etc.) apoyan el régimen del majzén,
- El hecho de que en Francia, el apoyo al majzén sea resultado de la financiación ilegal que hace éste, nos obliga a formularnos la pregunta: ¿financia el Majzén a partidos o a políticos españoles?
- Y si es así: ¿por qué procedimientos?

Why the Maghreb Really Matters









Editor: John Feffer
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The Maghreb is again a major talking point in the United States. In the perceived interests of fighting terrorism and promoting trade, a group of politicians and pundits are urging the Obama administration to side with Morocco and against self-determination for the Sahrawis of Western Sahara. They also urge a regional union for the Maghreb. Yet reaching for a quick fix that supports Morocco’s campaigns in any of these areas would set such a Maghreb Union back years.

Those who see the Sahrawi’s decades-long reach for freedom as an obstacle to the perceived bigger picture often have high profiles. Among them are a wrong-headed group of U.S. members of Congress who wrote to President Obama in April. Their letter suggested that the president should set in stone an extraordinarily flawed solution promoted by Western Sahara’s illegal occupiers — Morocco — to entrap the Sahrawi in an autonomous structure rather than offering self-determination, which is their just and legal right.

This group of legislators took their lead and some of their language from a new report Why the Maghreb Matters from the Potomac Institute and the Conflict Management Program at Johns Hopkins University’s School of Advanced International Studies (SAIS). The report presents the long-stalled union in the Maghreb region as posing both significant threats and opportunities for U.S. interests. In seeking to over-promote both scenarios, the report highlights a common reaction of those looking to find an end-game solution in the region at whatever cost: over-simplification.

The cost in this case, should the U.S. government and the international community continue such realpolitik analysis, is the welfare of more than 200,000 people in the occupied territories of Western Sahara, Africa’s last colony.

Why the Maghreb?

The Maghreb — generally including Morocco, Algeria, Tunisia, Libya, Mauritania, and Western Sahara — is significant for many reasons. According to the Potomac/SAIS report, "the U.S. government should have a profound interest in North Africa because developments in the region impact significantly on our national interests." These developments relate first of all to trade and investment. Countries within the region have tended to under-perform economically. So, the argument goes, a regional union based on free and fair trade is likely to benefit everyone, including the United States.

Few would dispute the importance of promoting economic development in the region. But when the discussion turns to the Maghreb’s significance in terms of threats, disagreements arise. The Potomac/SAIS report focuses on the threat of terrorism and highlights a five-fold increase in terrorist attacks in the region since 2001. That these figures indicate a serious problem for civilians in the region is undeniable.

Yet, identifying their source, both geographical and ideological, has become a blame game with the highest possible stakes. The United States and others are in danger of not only getting it all terribly wrong by allying with Rabat in the efforts to stamp out terrorism in the region but of casting a massive injustice upon the Sahrawis.

Documented cases of human rights violations abound. In a report late in 2008, Human Rights Watch "found that Moroccan authorities repress this right [of self-determination] through laws penalizing affronts to Morocco’s ‘territorial integrity,’ through arbitrary arrests, unfair trials, restrictions on associations and assemblies, and through police violence and harassment that goes unpunished."

Why then have key analysts and policymakers in the Untied States ignored these factors and viewed the Moroccan perpetrators of these acts as the solution to the problem?

The Real Problem in the Maghreb

For the last three decades, Morocco has denied Western Sahara the basic human right to self-determination, one of the tenets of the United Nations. An International Court of Justice ruling in 1975 confirmed Morocco’s invasion as illegal. Numerous UN resolutions established the mechanism for a referendum on self-determination in Western Sahara. And there has been a long-running UN mission in the region designed to move the populace toward self-determination. Still, the forced occupation of Western Sahara continues.

In Western Sahara, 160,000 Moroccan military and para-military personnel are aided by one of the world’s largest minefields and by a 2,700 km security wall that runs right through communities and extended families. We Sahrawi sought the inclusion of a human rights monitor in the UN mission. But the proposal met with resistance from a slick and expensive lobbying effort run by Morroco’s foreign public relations representatives (all nine of them) and by a recalcitrant and counter-intuitive France, which used its veto to block the proposal.

So, the reality, as opposed to the realpolitik, makes a compelling case against Morocco’s tainted "autonomy" proposal (in actuality, a "non-independence" proposal). Generalizations about terrorism and threats to U.S. interests should not detract attention from the real problem at the center of the Maghreb: the denial of basic human rights to those who live in Africa’s last colony, Western Sahara.

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Aminatou Haidar is a Sahrawi human-rights defender, the 2008 Robert F. Kennedy Human Rights Award laureate, and a contributor to Foreign Policy In Focus.